6 mar 2014

En la casa: Una historia entre cuatro paredes

* * * *  MUY BUENA

El director Francios Ozon viene a presentarnos una historia basada en la obra de teatro denominada “El chico de la última fila”. Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián en 2012, esta película francesa nuclea una serie de elementos que se ensamblan de manera magistral para ofrecernos una historia atrapante desde el primer momento.
Germain (Fabrice Luchini) es un profesor de literatura. Signado por la frustración que le generó su fracaso como escritor y por una vida aburrida y rutinaria, pasa sus días entre las correcciones de los trabajos de sus alumnos y la queja por el escaso nivel intelectual que poseen. Pero, entre esos trabajos, descubre una historia escrita por uno de sus estudiantes, quien demuestra un potencial talento para ver la realidad y volcarla en una historia. Claude (Ernst Umhauer), el chico que se sienta al final de la fila, siente fascinación por la familia Rapha y su casa. Empeñado a entrar en esa elegante casa, lo logra haciéndose amigo del hijo del matrimonio. Y a partir de ahí, le contará a su profesor, a través de periódicas entregas, la vida de aquella familia y su casa.
Es muy interesante que la relación profesor-estudiante permite que la historia vaya proyectándose. Germain guía la construcción del relato y le proporciona a Claude los recursos necesarios para que implante tensiones en en seno de la familia a los fines de generen conflictos que avancen y alimenten la novela. Por su parte, Claude se fascina por la vida de clase media burguesa de los Rapha, una vida que critica por simple y aburrida pero que anhela con fervor, ya que proviene de una familia desintegrada. Mezclando realidad y fantasía, en sus relatos va formulando intereses personales que permanecen siempre latentes, pero ocultos. Eso llega al punto tal que el profesor logra fascinación por la vida de los Rapha, compartiéndola con su esposa Jeanne (Kristin Scott Thomas); vuelve a encontrar una motivación para su vida, proyectando sobre el joven la imagen de un talentoso escritor a la que él aspiró. Pero ese ejercicio literario termina convirtiéndose en un juego peligroso cuando Claude vaya buscando un final para su historia. Peligroso para ambos.
En cuanto a los aspectos técnicos, no hay lugar a dudas de que la intención del director es acentuar el voyeurismo de Claude mediante el diseño de producción, la fotografía y la música (muy estilo teatral). La mirada atenta del adolescente se difumina de modo tal que la vida de los Rapha transcurre del modo en que sucede naturalmente y del modo en que el joven ve que sucede. Dos versiones completamente diferentes: una realidad “real” (valga la redundancia) y otra realidad “interpretada”; una realidad “genuina” y una realidad “manipulada”. Esa relación dialéctica es lo que mantiene en vilo al espectador, quien mantiene vivo su interés por saber “¿qué va a suceder?”. Ese clima cinematográfico es difícil de adquirir y el director francés debe quedarse plenamente satisfecho en ese sentido. Pero eso no debe ir en detrimento del excelente elenco, que despliega todo su talento al recrear cada personaje.
Intrigante, atrapante, delirante por momentos y aguda, la cinta explota ese deseo innato de muchos de saber qué es lo que pasa entre las cuatro paredes de un hogar determinado, de una familia determinada, de un sujeto determinado. Configura esa clásica mirada a través de la mirilla de la puerta que muchos reprochan pero que, a la vez, adoran. Quizás la película explicita esa mirada socialmente condenada, la desarrolla y la desnuda sin tapujos porque, como dice Claude al final de la cinta, “siempre hay una manera de entrar en una casa”. Y esta película es una de esas maneras.

Crítica realizada por Leo Arce.



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